Cuando el reciclaje mata la reutilización

En el Día Mundial del Reciclaje vuelve a ponerse el foco en la tercera R, mientras que las prácticas realmente circulares —como la prevención, la reutilización o la reparación— retroceden.

En un contexto global cada vez más frágil —con cadenas de suministro inestables, crisis energética y escasez de materias primas— Europa no se puede permitir continuar con un modelo que derrocha recursos.


El 17 de mayo es el Día Mundial del Reciclaje. Cada año, administraciones, empresas y medios de comunicación celebran esta fecha con campañas que promueven el reciclaje como la solución a los problemas ambientales. Pero… ¿Qué estamos celebrando realmente?

Un solo uso + reciclaje: los pilares de una narrativa perniciosa

Durante décadas, la industria ha fomentado los envases de usar y tirar, principalmente de plástico, como símbolo de comodidad moderna, encubriendo sus intereses económicos bajo discursos ambientales. Nos han vendido la idea que “no pasa nada” si se recicla, que podemos seguir consumiendo de forma desmedida siempre que tiremos el envase en el contenedor correcto.

Además, en el caso de productos que no son desechables, pero sí muy demandantes de minerales críticos, como los aparatos eléctricos y electrónicos, su producción se ha disparado desde los años noventa, al mismo ritmo que estos minerales clave se han convertido en residuos a causa de la vida útil tan limitada de estas tecnologías.

Esta narrativa no es casual: es una estrategia diseñada para perpetuar un modelo productivo insostenible sin que nada cambie de verdad.

Los límites del reciclaje

Hoy sabemos que solo el 9% del plástico producido en el mundo se ha reciclado alguna vez. En el ámbito global, la circularidad ha retrocedido un 2,2% los diez últimos años y, hoy en día, tan solo el 6,9% de los materiales que se utilizan provienen de fuentes recicladas. Además, los índices de recogida selectiva con el modelo actual han tocado techo. La mayoría de residuos se acumulan en vertederos, se incineran o se dispersan al medio, con efectos devastadores sobre la salud humana y los ecosistemas.

Y de lo que realmente se recicla, una gran parte pierde calidad y valor en el proceso: el material reciclado no tiene las mismas propiedades que el virgen; y pasa con todos los materiales, que acaban siendo utilizados en aplicaciones de menor valor. Es lo que se conoce como downcycling, un proceso que degrada el material cada vez más, hasta que acaba siendo residuo sin opción de retorno. Esta espiral de desvalorización es incompatible con una gestión eficiente de los recursos y una economía circular real, donde los materiales tendrían que mantener su función inicial el máximo tiempo posible.

Mientras tanto, la industria continúa produciendo envases no reutilizables y que cada vez son más difíciles de reciclar: materiales compuestos, mezclas incompatibles, formatos no estándares. Un caso paradigmático son los vasos de cartón con laminado plástico, que se presentan como “ecológicos” pero son imposibles de reciclar, a pesar de que nos digan que sí. La economía circular no puede existir si partimos de envases diseñados para ser residuos.

La factura del reciclaje

¿Y quién paga todo esto? La ciudadanía y las administraciones públicas. La industria se escuda en el reciclaje para seguir generando residuos, sin asumir el coste real. La Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP), que obliga las empresas a pagar por la gestión de los residuos que generan, se incumple sistemáticamente.

Además de no cumplirse y a pesar de estar vigente desde hace décadas, el sistema de la RAP no ha conseguido revertir la tendencia creciente de generación de residuos. El reciclaje continúa siendo el foco, mientras que las prácticas realmente circulares —como la prevención, la reutilización o la reparación— retroceden. Esto pone de manifiesto una contradicción de fondo: un sistema que tendría que promover la circularidad, acaba perpetuando la cultura del residuo, la cultura de los productos desechables.

Llamado a reformular la RAP

En un contexto global cada vez más frágil —con cadenas de suministro inestables, crisis energética y escasez de materias primas— Europa no se puede permitir continuar con un modelo que derrocha recursos. Cómo plantea el informe «La responsabilidad ampliada del productor compatible con los límites planetarios», la RAP tiene que dejar de ser un simple mecanismo para pagar la gestión de residuos y convertirse en una herramienta para impulsar un cambio de rumbo: eficiencia, autonomía y resiliencia.

Por eso, cada vez más voces reclaman reformular la RAP con una visión estructural basada en dos pilares:

  1. Optimizar el sistema: Establecer criterios comunes a escala europea, garantizar más control, evitar el fraude y facilitar el cumplimiento por parte de los productores.
  2. Activar la circularidad: Destinar recursos no solo a la recogida y el reciclaje, sino también a la prevención, la reutilización y la reparación. Financiar infraestructuras de lavado (de envases, pañales…), sistemas de reutilización y fondos para la reparación.

Desgraciadamente, hoy solo se está trabajando el primer pilar. El segundo, el que realmente podría transformar el sistema, continúa ausente de las prioridades políticas.

6 medidas para sacar el foco del reciclaje

Esta estrategia limitada frena la transición hacia un modelo de producción y consumo residuo cero y mantiene viva la ilusión que reciclar lo soluciona todo. Es hora de romper el silencio.

El reciclaje no es la solución: es la coartada para seguir produciendo sin límites.

Exigimos medidas valientes:

  1. Priorizar la reutilización por delante del reciclaje: Entre otros, hacer cumplir la normativa ya existente, destinar recursos públicos al fomento efectivo de la reutilización, tal como la administración pública ha hecho durante décadas con el reciclaje y los tratamientos finalistas, no ceder a las presiones de la industria del desechable en el recorte de objetivos ni en sus campañas fake news contra la reutilización.
  2. Poner en marcha propuestas orientadas a alargar la vida útil de los productos, aumentar su durabilidad y hacer un uso estratégico de los residuos, es decir reducir el consumo de materias primas y emplearlas dentro de los límites planetarios y velando por la salud y el bienestar de las personas y las comunidades.
  3. Prohibir los envases superfluos y los envases no reciclables.
  4. Restringir la entrada en el mercado de productos desechables que se presentan como más sostenibles (como los bioplásticos) cuando realmente son falsas soluciones.
  5. Aplicar medidas fiscales que graben la producción, distribución y consumo de productos desechables por encima de sus alternativas reutilizables.
  6. Reconfigurar y aplicar estricta de la responsabilidad ampliada.
  7. Una nueva gobernanza europea del modelo de residuos.

Este 17 de mayo, no celebramos el reciclaje. Denunciamos su fracaso. Y exigimos un cambio de modelo.

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Mayo 2025